Artículo de la Semana

Made in Trump: Mencantilismo 3.0

Escribe: Didier Saint-Georges, Managing Director y Miembro del Comité de Inversión.

Business Empresarial.- El balance precario que tenía la evolución de los mercados hasta finales de abril estaba compuestos por la desaceleración económica y un apoyo monetario vacilante. La fraguilidad de dicho equilibrio la manifestaron los inversionistas en mayo, con el endurecimiento de la postura de Trump en sus negociaciones comerciales con China.

A largo plazo, es inevitable que el alcance internacional de la rivalidad creciente entre China y Estados Unidos. Desde hace treinta años, por primera vez, la geopolítica podría volver a tener una gran incidencia en el comercio mundial.

Los mercados han tardado en admitir que las tensiones recientes entre Estados Unidos y China van más allá de un conflicto comercial y evidencian una rivalidad estratégica. También pueden interpretarse como una rivalidad irreductible entre dos potencias mercantilistas. La América de Trump no cree en las bondades del libre comercio y prefieren la explotación contundente de un equilibrio de fuerzas, favorable frente a sus socios comerciales para enriquecer al país gracias a la generación de superávits comerciales y al apoyo a la inversión en el sector industrial doméstico.

Esa política comercial choca frontalmente con la de China que ha sido acusada de adoptar un comportamiento igual de mercantilista. Como es lógico, afectará tarde o temprano a los países cuya balanza comercial positiva con EE.UU. contravenga las aspiraciones mercantilistas de Trump, empezando por Alemania y Japón. Así, se desprende que el recrudecimiento de las tensiones comerciales entre el país del norte y sus socios comerciales es inherente al modelo económico escogido por su presidente y se suma, en el caso Chino, a una rivalidad geoestratégica.

Para los inversionistas, el problema radica en que este cuestionamiento del modelo de “globalización feliz” de las últimas décadas provoca que a las incertidumbres a corto plazo, se sume la amenaza, a largo plazo, de que los márgenes de las empresas acusen las perturbaciones en las cadenas logísticas internacionales, de que los consumidores se vean afectados por una subida de los costes y de que el comercio mundial experimente una ralentización.

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