Artículo de la Semana

¿Desconfianza o idiosincrasia financiera en el Perú?

Max Schwarz Profesor de la Facultad de Ciencias Empresariales y Económicas Universidad de Lima

Business Empresarial.- La confianza financiera en el sistema formal peruano del siglo XXI parece quebrada. La economía peruana permite que actualmente 8 de cada 10 dólares circulen fuera del sistema en una economía de cash que no parece tener visos de ser revertida. Los incentivos a la bancarización parecen haber fallado o ser insuficientes para lograr un cambio. Cada vez queda más claro que los peruanos no empresarios ahorran principalmente en el “colchón” convirtiendo la casa o habitación en una verdadera caja de efectivo con el consecuente riesgo de robo, manipulación o pérdida, mientras que el peruano empresario ahorra principalmente en mercadería y en stock de productos o de materiales que tenga la oportunidad comercial de adquirir y de los cuales podrá tener mucho mayores retornos que los aspirados a tener en cualquier banca o sistema financiero formal.

Se dice que en el Perú la tasa de bancarización es del 43% bajo la premisa que es el porcentaje de peruanos en edad adulta que cuentan con una cuenta bancaria del sistema financiero formal. Nada más falso. La gran mayoría de ese 43% (2/3 partes al menos) en realidad tienen la cuenta bancaria porque sus empleadores los obligan para depositarles su dinero o porque es necesaria para recibir dinero de terceros que por el volumen no pueden operar en cash, pero lo cierto es que ni bien llega fin de mes corren a las agencias o a los cajeros para retirar el 100% del efectivo y vuelven al sistema tradicional con lo cual la bancarización se convierte literalmente en nula.

En ese contexto es necesario detenernos a explorar las posibles razones por las cuales el sistema financiero no ha podido ser lo suficientemente atractivo para la gran mayoría de los peruanos. En primer lugar, encontramos el problema de acceso. El sistema financiero local aún no está diseñado para ser financieramente inclusivo y subsisten históricas múltiples restricciones de acceso a la banca formal con costos excesivamente altos producto de la falta de competencia financiera, la ausencia de alternativas con costos diferenciados y la obsolescencia de los tradicionales productos financieros que ofrece la banca, generando un vacío que da un enorme espacio para la aparición de las Fintech como la mejor solución o la aparición de prestamistas informales y hasta mafias organizadas del crédito como las soluciones menos reguladas, más perversas y más caras que el sistema puede generar ante la falta de alternativas. En segundo lugar, está el tema del costo de oportunidad del dinero con el cual los ínfimos retornos que el sistema financiero puede prometer no tienen como competir con los retornos de insertar el capital en los negocios en movimiento del peruano empresario o contra el costo de oportunidad del dinero en el sistema de compras del peruano sea finalmente empresario o no. Esto significa que los costos de oportunidad del capital que presenta el mercado son enormemente más atractivos que los que puede ofrecer el sistema financiero tradicional. En tercer lugar, está la percepción de riesgo del peruano que en términos financieros es prácticamente nula ya sea por desconocimiento o por tener una mayor capacidad de absorción e internalización del riesgo o tal vez porque valora con más riesgo el hecho de estar visible en el sistema financiero formal generando una capa de marcada invisibilidad práctica para los sistemas formales y tributarios que hace que una gran mayoría de peruanos se encuentren literalmente fuera del sistema.

De igual forma, cada vez queda más claro que la economía del Perú no es igual a la economía de los peruanos y la razón es la gran informalidad con la que operamos. En ese contexto, encontramos con preocupación que la fracción bancarizada más formal presenta una marcada y peligrosamente entusiasta falsa valoración de acceso a un sistema bancario-financiero leonino para el peruano dependiente formal al cual perversamente la banca le permite sobreendeudarse en forma múltiple y simultánea prestándoles a tasas de dos dígitos con montos que no puede cubrir sin tener reparo en garantías reales ni en capacidades de pago que pueda ofrecer razonablemente, entrando con ello en una peligrosa ruleta de ahogamiento del cual la mayoría no puede salir o debe hipotecar su futuro a costa de tratar de encontrar una luz al final del túnel. Existen dramáticos ejemplos de cómo la banca tradicional ahoga al escaso cliente sin hacer crecer su base de clientes como fundamento de una inclusión financiera real. Esto es una realidad que debe cambiar para bien de todo el sistema financiero generando una sólida mayor oferta competitiva con mayores oportunidades para todos sean empresarios o no. Solo así lograremos un crecimiento financiero que pueda generar un impacto relevante y significativo en nuestra situación para lograr que la economía del Perú se parezca cada vez más a la economía de los peruanos.

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