Artículo de la Semana

Más inequidad y menos tiempo: cuenta regresiva a 2030

Business Empresarial.- En 2015, la Asamblea General de la ONU adoptó la Agenda 2030, una fecha que en ese momento parecía muy lejana y hoy está a mitad de camino con muchos pendientes.

Empecemos por el principio. El principal legado de ese acuerdo fue el modelo de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Se estableció el plazo de 15 años, conscientes de que el cambio implicaba modificar difíciles aspectos de un mundo cada vez más volátil, incierto, complejo y ambiguo (VICA). El fin de la pobreza, la lucha en contra de la desigualdad, la construcción de sociedades pacíficas y la protección del planeta fueron algunos de los aspectos destacados.

Es cierto que nadie calculaba una pandemia mundial, pero en vez de estar más cerca, los tan ansiados objetivos, se alejan cada día más. Entre marzo de 2020 y noviembre de 2021, los ingresos de las 10 personas más ricas del mundo se duplicaron y la inequidad continúa matando: ahora, en promedio, muere una persona cada cuatro segundos, debido a problemas de accesos a servicios básicos, según un reporte de Oxfam. No es todo: hacia fines de 2021, las 20 personas más ricas del mundo emitieron un total de emisiones de carbono que equivale a ocho mil veces más que la huella de las mil millones de personas más pobres.

Muchas veces se piensa que la responsabilidad es exclusiva de los organismos públicos cuando, en realidad, su aporte es indispensable, pero insuficiente. Las inversiones del sector privado y la búsqueda de generar un bien para las personas y el planeta son claves a la hora del cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Y ahí aparece la esperanza.

En primer lugar, los consumidores están cambiando y cada vez son más exigentes en materia de valores y cuidado del medio ambiente, lo cual obliga a la oferta -a las empresas- a adaptarse. En segundo lugar, el avance tecnológico permite que haya nuevas oportunidades para medir y evidenciar el impacto social y ambiental, además del económico

Este último enfoque, resulta fundacional para esta nueva economía “del bien común”. De hecho, en un informe del Impact Taskforce del G7, la transparencia y la integridad en el impacto es uno de los tres flujos de trabajo trascendentales de cara a 2030. Medir y gestionar el impacto nos permite ver la intencionalidad y el compromiso de quienes dicen realizarlo. Los otros dos son la movilización de capitales privados y de capitales institucionales hacia los ODS y la transición justa, equitativa y oportuna. Todo lo anterior, está ligado en un dato contundente: hay 2,3 billones de dólares en inversiones que intentan tener impacto positivo, pero menos del 1% tienen procesos claros de gestión y herramientas de medición.

Es más sencillo quedarse con los brazos cruzados y en 2030 cuestionar a los Estados Miembro, pero la letra chica de la Agenda también requiere colaboración de diferentes actores. Allí es donde los emprendedores con impacto tienen un enorme potencial para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible y donde la medición de sus actos será una herramienta poderosa. ​ ​

¿Cómo medir y gestionar su impacto? Partiendo de la base de un propósito que va más allá de lo económico, a través de la teoría de cambio y una mirada sistémica, podrán medir su eficacia según cuánto se acercan a su objetivo principal. La teoría plantea que a partir de un problema se detectan los recursos necesarios (técnicos, humanos y financieros), se llevan adelante actividades tangibles para solucionar el problema enunciado y luego se enuncian cuali y cuantitivamente los resultados esperados a corto, mediano y largo plazo.

Así como se calcula el cashflow financiero, a partir de los ingresos y los egresos, debiéramos apuntar a que la medición de impacto se evidencie de la misma forma y con la misma contundencia. Por ejemplo, un emprendedor que desarrolló una herramienta para evitar las muertes por accidentes laborales podrá basarse en los indicadores de alertas, cantidad de accidentes evitados y cantidad de muertes evitadas. Posteriormente, generar nuevos patrones sociales para acompañar a las comunidades afectadas así como un nuevo abordaje de cercanía con la “seguridad laboral”.

Hoy somos testigos del cambio cultural que muchas sociedades han venido evidenciando y que se ha catalizado por la pandemia. Una mayor toma de conciencia del cuidado del medio ambiente y una exigencia aún mayor para con las organizaciones de su responsabilidad con el impacto económico, social y ambiental.

El desafío es que los consumidores continúen su proceso como agentes de cambio y se generen liderazgos que lleven adelante emprendimientos que capten inversiones y generen un cambio evidenciable de cara a los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En ese sentido, la medición y gestión de impacto serán los garantes de las intenciones reales de cada uno.

 

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